lunes, septiembre 03, 2007

Todo hombre tiene su precio

Una frase ampliamente difundida y utilizada en diversos tópicos de nuestro quehacer social, económicos, políticos, etc. y que no deja a nadie indiferente por el calibre que exhibe y el impacto que puede proferir luego de una percusión lingüística.

Tal cual, “cada hombre tiene su precio” es una frase que se reconoce proferida por primera vez en Inglaterra, a Robert Walpole (1676-1745), representante en la Cámara de los Comunes, Ministro de Hacienda y Primer Ministro. Quizás por su cercanía a los ideales mercantilistas que significaron un constante enfrentamiento entre las naciones por las colonias en América y el resto del mundo, o quizás solo por la relación entre los poderes que emanan de la convivencia social.

Agitados tiempos, son los que acompañan los años posteriores a la muerte de Walpole, sobre todo en el concierto europeo continental; serán constantes las luchas por las sucesiones entre las dinastías de Habsburgo y por el control de las rutas y territorios de las colonias.

Con todo, será la irrupción de una revolucionada Francia donde se conocerán figuras políticas que marcarán una época de alta relevancia histórica y donde se cree que, finalmente se acuña y perfecciona la frase ya comentada.

En efecto, Napoleón Bonaparte (1769-1821) es considerado un genio en estrategia militar, agudo y de inusual memoria, trabajador empedernido; pues bien, hay quienes de él creen surge la frase “cada hombre tiene su precio”.

Teniendo plena conciencia de los eventos que se precipitaron luego del 18 de brumario, debemos recordar la existencia de un personaje de no menor trascendencia en lo que significó el proceso político desde los albores de la revolución, quizás artífice bajo las sombras del 14 de julio de 1789 y que no fue precisamente un ideólogo como lo fuera Robespierre (1758-1794), o idealista como “Graco” Babeuf (1760-1797).

“todo hombre tiene su precio, lo importante es saber cuál es” sería la célebre afirmación de unos de los intrigantes y tenebrosos protagonistas de este capítulo histórico, y que en definitiva resultó ser casi el único político de renombre que sobrevivió a todo el período de esta sangrienta convulsión política (otro sobreviviente, pero utilizando otras agudas armas será Talleyrand), pasando desde la toma de la bastilla como Diputado en la Asamblea Nacional, representante del Comité de Salud Pública dirigiendo la represión como el Mitrailleur de Lyón, hábil diplomático durante el Directorio (donde quizás conoció al premier inglés Walpole) y luego, Ministro de Policía de ese Directorio manteniéndose en el cargo con Napoleón, ascendido a Ministro del Interior, y luego es investido como Conde y Duque para ser enviado finalmente castigado como gobernante de las provincias Ilíricas.

Tal fue la incidencia y protagonismo de este otrora monje, que sus artimañas fueron las que reestablecieron la monarquía, con quien negoció la transición final entregando su cargo de Presidente de la Comisión de Gobierno al mismo Rey Luis XVIII, hermano del decapitado Luis XVI cuya muerte contó con su propio voto, sentenciando "la mort" cuando era Dioputado por Nantes .

Por esta razón, es casi improbable que el dueño intelectual de la cita original, sea de le petit corporal, dado que su negociador y arquitecto tras las sombras fue siempre Joseph Fouché (21 de mayo de 1763 – 25 de diciembre de 1820); mientras el bajo estratega utilizaba el sable ensangrentado, serían la pluma ácida y los medios de pago y sobornos con que creó y robusteció su maquinaria de espías infiltrados desde los bajos mundos de los barrios parisinos hasta la misma alcoba del emperador, pasando portoda su cohorte y camarillas de influencias, las que finalmente se impondrían para el logro del orden dentro de las fronteras.

Probablemente, la idea primitiva esgrimida por Walpole (de ser cierta su autoría) no se condice con la síntesis expresada por Joseph Fouché, Duque de Otranto, “uno de los hombres más poderosos de su época y uno de los más extraordinarios de todos los tiempos” como lo refleja la excelente biografía escrita por Stefan Zweig, que a lo menos a mi me ha parecido contundente y aleccionadora.



"Todo hombre tiene su precio, lo importante es saber cuál es", cada cual entonces ponderará esta idea y le otorgará una diversa valoración a esta quizás "verdad socialmente aceptada", no sólo con la corrupta idea de comprar a alguien o de "realizar ofertas que no se podrán rechazar", si no más bien para situarse en un escenario, donde cada una de las piezas que están en juego para librar una batalla, efectivamente tienen un valor distinto y que se entienden con ese argumento que pueden ser transadas, así como alguna vez escuché a un aficionado del ajedréz: "a veces para ganar, es necesario entregar una pieza".

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Apreciado Javier,
Estoy tratando de ubicar el caso de un militar o funcionario plenipotenciario, creo que de Estados Unidos en Japon, despues de la guerra, que envio un telex al presidente norteamericano pidiendole que le reemplazaran porque ya estaban a punto de "pagar su precio". Lei esto hace mucho tiempo y lamentablemente no tengo mas datos, espero que me puedas ayudar...
Gracias anticipadas,
Antonio
email: ajvalentiner@yahoo.es

gustavo ponzo dijo...

Lo dificil cuesta trabajo,,,,, Lo Imposible, un poquito mas

Unknown dijo...

Lo imposible es lo que no se intenta; por eso debe costar un poquito más, saludos

Rodrigo-Chile dijo...

Si es difícil, se hará; si es imposible, se intentará.