
En esta oportunidad intentaré darle una vuelta a este significante, de acuerdo a los preceptos que mi olfato orienta.
De acuerdo a la Real Academia de la Lengua Española, Arrepentimiento proviene de Arrepentirse, vale decir:
1.- prnl.- Dicho de una persona: Sentir pesar por haber hecho o haber dejado de hacer algo.
2.- prnl.- cambiar de opinión o no ser consecuente con un compromiso.
Creo que para hacer más patente lo que ya se entiende bastante bien, es necesario indicar lo que la misma Rae sostiene sobre la palabra “pesar”:
1.- m.- Sentimiento o dolor interior que molesta y fatiga el ánimo.
2.- m.- Dicho o hecho que causa sentimiento o disgusto.
Con todo lo anterior, creo que cambiar de opinión (que a esta altura es un derecho de la humanidad) es un hecho de muy menor intensidad si lo comparamos con el no ser consecuente con un compromiso, sin embargo, una acción de estas características (la inconsecuencia) puede o no tener intensión, por lo que no necesariamente nos lleva al arrepentimiento.
Creo que la clave se encuentra en el “pesar”, el peso en el alma, la pena, la aflicción.

Si no hay un dolor interior que moleste y que se deba sanar, si no existe un momento en que el ánimo se fatigue al amparo de la desazón, si no hay algo que nos traiga algún sentimiento agraz o bien un disgusto, si no existe esto, si no nos hemos dado cuenta de la existencia de un error, difícilmente podrá existir arrepentimiento.
Cervantes afirmó que “un buen arrepentimiento es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma”, ¿pero cuándo estamos en presencia de un verdadero arrepentido?
Un satírico alemán, Ludwing Bôrne, señalaría que “No arrepentirse de nada es el principio de toda sabiduría”, sin embargo creo que esta afirmación si se le da el sentido literal, estaría más bien dirigida a quienes nos comportamos a veces como verdaderos misántropos, sin embargo, creo que esto es una ironía, si nos hacemos partícipes de la idea en que el verdadero sabio no es entregar buenas respuestas, si no que propone buenas preguntas.

Es muy probable, entonces, que este profundo sentimiento de temor sea el que verdaderamente nos haga llegar al arrepentimiento; que estos molestos dolores del alma, que nuestra alma fatigada, que finalmente el descubrimiento del error, en fin, eso que no nos deja dormir tranquilos, no sea más que la consecuencia de rehusar aquello que consideramos dañino o incomprensible o insatisfactorio.
En el siglo XIV, Giovanni Boccaccio (1313-1375) dejó una cita a este respecto: “Vale más actuar exponiéndose a arrepentirse de ello, que de arrepentirse de no haber hecho nada”, quizás este sea el caso más dramático para el arrepentido, ya que el error se encuentra en nuestra esencia.
Alojar en nuestros pensamientos, en nuestra conciencia la sola idea de no haber actuado en el

Finalmente, profundizar que los errores se pueden corregir, a veces causan efectos pero son solo eso, errores; tenemos errores físico/matemáticos (entre el medido/calculado y el real); tenemos el error en derecho (causado por equivocación de buena fe, que anula los efectos jurídicos si afectan lo esencial de él o de su objeto), o simples equivocaciones, desaciertos o juicios falsos. Y creo desde lo más profundo, que cuando hay sentimientos de afecto involucrados, todos estos errores “se pueden perdonar”; quizás lamentablemente, lo importante en este mundo es darse cuenta que lo preciso es tener un buen tiempo para dolerse y poder arrepentirse (por parte del arrepentido), solo entonces el perdón que se le otorgue (sea terrenal o espiritual), será verdaderamente efectivo y generoso
2 comentarios:
Qué fue lo que hiciste!... que te llevó a semejante caldo de cabeza!!!
si fue en el transantiago, no te preocupes que ya estamos todos curados de espanto.... jeje
(PS: ya actualizamos el blog)
Un abrazote
Tita
jaja, nada que ya no haya hecho, sólo era una reflexión luego del ocaso
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