jueves, enero 03, 2008

El Mundo es un Pañuelo


Una vez oí que si diriges un correo electrónico a diez personas y estas a su vez lo reenvían a diez más, sin repetir ningún contacto, este daría la vuelta al mundo y nuevamente llegaría al destinatario que lo originó.

Ciertamente no tengo alma de investigador de probabilística como para corroborar esta hipótesis que he oído o retenido tan sólo como rumor, sin embargo, creo que cuando reducimos nuestro universo muestral, las posibilidades se acercan.

En referencia a lo anterior, recuerdo cuando estudiaba en Madrid ciertas circunstancias graciosas e inesperadas, ejemplo de ellas, un encuentro furtivo en una importante vía capitalina que desarrollaré más adelante, o tal vez una vinculación indirecta con una compatriota completamente desconocida hasta entonces, entre otras anécdotas, que serían muy largo de retratar.

Primeramente, debo retrotraerme a mis años de universitario, en aquella época, a partir del año 1995 comencé mi militancia política y a desarrollar así, una faceta de dirigente estudiantil, por cierto no de primera línea, ya que no tengo patrones claramente orientadores que incentivaran los genes que porto.

En este sentido, junto con imbuirme en una especie de gremialismo centrado en la carrera universitaria que cursaba, colaboré activamente en el resurgimiento de la federación de estudiantes de mi universidad, la FECH, alicaída por el desamparo e ignominia de dirigentes de antaño, y fortalecida luego por un grupo de, en aquellos tiempos, delgados e inberbes compañeros.

En esta tarea, junto con hacer grandes amigos, también hice grandes antónimos, supervillanos que se alimentarían de nuestros bebés, así como de otros tantos que pasaron raudos e insignificantes y que siguen siendo unos verdaderos imbéciles, a pesar de estar más cercas que los anteriores.

Fue así que durante la presidencia hegemónica de los primeros años de Rodrigo Rocco, se creó, si mal no recuerdo, el Centro de Acción Cultural de la Federación, CEAC, que era dirigido por estudiantes del “lote” de Rodrigo, y que contaban con un no despreciable presupuesto (sobre todo para aquella misérrima época de estudiante, esa en que nos conseguíamos $100 para regresar por la tarde a nuestro hogar).

He allí nuestros grandes contendores, habiendo ocupado correlativamente, la Vicepresidencia y luego la Secretaría General; los que simpáticamente eran llamados "come guaguas" en la época de la dictadura, eran invencibles en las urnas.

Años más tarde (2001), mientras me posgraduaba en una conocida capital europea, caminando por la calle que se hiciera tristemente popular por un atentado terrorista y que termina en una bellísima estación de ferrocarriles, en la vereda de enfrente, caminando cansado y visiblemente exhausto, se acercaba en dirección opuesta a la mía aquel rival que en esa época universitaria sólo era digno de un breve saludo. De más está decir que nos prestamos ayudas mutuas, conociendo a su variada familia y amistades y señalar además que pudimos vivir otras mil aventuras que muchas veces comienzan a retirarse de mi frágil memoria y en las que están presentes otras caras y nombres ya borrosos.

Pero a que viene toda esta historia de que el mundo es un pañuelo y que nos encontramos con gente en los lugares menos pensados, pues bien, la verdad es que me sorprendí hace muy poco tiempo, en el cumpleaños de un amigo y conversando por segunda vez en mi vida con un ya no tan joven padre de familia (al parecer entre ellos son bastante amigos), entre conversación y conversación, hemos descubierto que fuimos compañeros de clase en un “seminario” que ambos cursamos allá por el año 2005, en el centro de extensión de la Pontificia Universidad Católica (PROCADE), un curso bastante interesante y que me marcó mucho en mi desarrollo personal.

Lo muy extraño eran las circunstancias en que este “Vicho” se había convertido en amigo del entonces cumpleañero, y es en este sentido en que pienso que verdaderamente, la vida es un verdadero pañuelo, Chile es un pañuelo, y sin ofender, utilizando un chilenismo al más estilo “roto”, Chile es un verdadero Moco.

Amigos, quien ha tenido la oportunidad de ver nuestro país desde el concierto internacional, quien ha cruzado “el Charco” que lleva el nombre de la mítica ciudad perdida o por el contrario, hacia el Asia Pacífico y sus excentricidades orientales o bien marsupiales, quien ha visto el mundo desde el otro hemisferio o bajo el silbido de las bombas que truenan, etcétera, etcétera, sabrá perfectamente a lo qué me refiero… (Zamorano, Neruda o Bachelet y, paradójicamente, Pinochet, son nombres que Globalmente hacen que muchas veces existamos en la memoria colectiva de algún habitante del planeta)... el resto, bueno, el resto ya nos conocemos...

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